Relato 1001. 192palabras
DAVID BRAÑA FERNÁNDEZ
VIGO - ESPAÑA.
PARÁSITOS Empezó a notar los síntomas uno de esos días en el que se alegraba de estar vivo. Se sintió cansado, con una sed imposible de apaciguar por mucho agua que bebiese. Parecía que la lengua la tenía envuelta en papel de lija. Luego llegó la fiebre, primero fueron unas décimas a las que no les dio importancia, pero cuando el termómetro marcó los 40 grados, tuvo que ser ingresado entre desvaríos y pesadillas que luego no recordaba. Los dos días que pasó en el hospital parecían haberle ayudado, se sentía mejor, aunque los médicos no supieron darle una respuesta satisfactoria a lo que le había sucedido. Al salir del hospital, el sol brillaba con fuerza en un cielo limpio y azul. Entonces notó como los rayos de luz le atravesaban la piel, el dolor de las quemaduras le hizo gritar de locura, hasta que de nuevo le refugiaron en el hospital. Allí estuvo tres días, hasta que un fallo respiratorio lo mató. Semanas más tarde, después de diversas investigaciones, los médicos contaron a su familia que unos parásitos se habían introducido en el cuerpo del fallecido hasta acabar con todos sus recursos.
Relato 1002. 200palabras
SOUMAYA SAIDI
TETOUAN - MARRUECOSMIRANDO AL MARJadilla desenroscó la esterilla y se sentó mirando al mar. Era noche cerrada. La luz plateada de la luna se derramaba sobre la mar dibujando un sendero luminoso.
El rumor incesante de las olas se le figuraba, en según qué noches, un quejido o la voz jovial de su hijo que le hablaba.
Al poco de la muerte de su hijo había maldecido los espíritus caníbales de aquellas aguas que se lo habían arrebatado; no podía contemplarlas sin que un dolor intenso le atravesara las entrañas y le cortara la respiración, pero el paso del tiempo y aquel sueño habían amansado el fuego que le roía: Nabil se había presentado a su ventana una madrugada, más bello que nunca, rodeado de un aura celestial; mediante señas le indicó que le siguiera, se encaminaron hacia la playa y mientras ella permanecía en la orilla, él prosiguió su marcha sobre ese mismo caminito de luz –como si de tierra firme se tratase– y al cabo desapareció tragado por las aguas.
Aicha le entregó al encargado de velar por el santuario un gallo y un litro de leche. Luego se arrodilló junto al sepulcro y besó con devoción la cabecera mientras musitaba las palabras que la vidente le había encomendado. Se sentó un rato para descansar: el largo e incómodo viaje hasta ese rincón perdido entre las montañas le había extenuado pero tenía grandes esperanzas...
Aicha llevaba seis años casada y sus ardientes deseos de ser madre no se habían cumplido. Por esta razón su matrimonio peligraba: su marido se estaba cansando de esperar en vano... Las murmuraciones comenzaban a hacer mella en él, ¿qué sentido tenía aquella relación si su esposa era incapaz de concebir un niño? Se estaba convirtiendo en el hazmerreír del pueblo, poniendo en entredicho su virilidad... y no escaseaban las lenguas amigas que le aconsejaban tomar otra esposa: «¡ni qué faltaran mujeres!... ¿no les había concedido el buen Dios cuatro esposas?»
Aicha azuzada por el miedo a pasar de cónyuge respetada a divorciada vilipendiada y señalada, o a compartirlo con una moza mucho más joven inició su peregrinar de vidente en vidente con la fe ciega de que un remedio mágico le devolviera el sosiego perdido.
TEMPESTADES
Los ojos del espíritu pueden estar viviendo algo muy distinto a lo que se vive fuera. Antes todo era de noche, los sentimientos vivían en medio de unos nubarrones oscuros de los que no se podía salir, porque había algo que atenazaba tu alma con fuertes cerrojos, mucho más potentes de lo que tu ímpetu era capaz de luchar para abrirlos, de repente tus ojos dejan de ver borrascas y viento, tu ánimo vislumbra lo que tienes dentro, ves como una estrella fugaz que entra por tu cabeza y sale por el último resquicio de tu alma, sientes como lo que apercibes fuera no interesa, que lo que vale la pena es lo que tienes dentro, lo que vives, para lo que sirves, para todo aquello que puedes hacer por los demás, eso es único que merece la pena , y así aunque arrecien fuertes tempestades tus ojos sólo verán bellos amaneceres, con un sol que ilumina todo lo que te rodea con el cielo más azul que jamás lograste imaginar, así como la noche más estrellada que se ve en el lugar más remoto, en que la civilización aún no ha borrado el luminoso brillo de las estrellas.
EN LO MÁS PROFUNDO
Asustada mira tras la ventana. ¿Qué es? ¿Qué pasa? No lo puede entender.
Un sentimiento se aferra a su alma advirtiéndola de que algo pasa. Pero… tras la ventana nada, nada más que el negro de la noche dejando formas en el paisaje.
¿Por qué esa sensación? No era capaz de comprender que nada pasase y sin embargo nada pasaba.
Pasaban los minutos y nada. Acabo por desistir.
Durmitabunda se metió en su cama, mientras se deslizaba ya tranquila entre sus sabanas y comenzaba a quebrantarla el sopor del sueño sucedió. Sucedió lo que ella esperaba, lo que llevaba esperando durante tanto tiempo.
¿Una idea olvidada, quizás? ¿El recuerdo de alguien amado? ¿Una llamada esperada desde hacia tiempo?
No, no fue nada de eso lo que sucedió.
Lo que ocurrió fue que en aquel instante justo donde pasas del reino de Zeus al reino de Morfeo se dio cuenta de su soledad.
¿ES A MÍ?
¡Eh! ¡Chinito!- vociferó el chico del polo rosa-. ¡Lollito de plimavela y aloz tles delicias!- Gritó resguardado por las carcajadas de sus amigos. El joven americano de origen oriental le miró de reojo sin entender una palabra. El profesor de secundaria que había visto la escena se sintió avergonzado, gruñó algo en voz baja y miró para otra parte. La chica con falda corta de volantes no se reía, pensaba que aquel chino no era de los que preparaban pollo al limón.
El joven americano de origen oriental volvió después de tres meses a su caro colegio de pago de California. En los pasillos contaba a sus amigos su experiencia en España.- ¡Fiesta!- gritaba entre risas dirigiéndose al joven latino que estaba frente a él -. ¡Sangría! ¡Ooooleeé! El chico español que guardaba los libros en la taquilla le miró de reojo. La profesora de literatura que en ese momento cruzaba el pasillo se sintió avergonzada, gruñó algo en voz baja y miró para otro lado. La chica de pelo rubio y largo no se reía, miraba al español y pensaba que aquel hispano no era de los que sólo comen paella y llevan traje de luces.
DETRÁS DE LA ROMPIENTE
En el mar. Metido en el agua del mar. Toda esta agua que no cabe en la imaginación. Bien metido. Más lejos de la cuenta. Y cansado. Y los pies que no hacen fondo. Ni siquiera metiendo la cabeza y con envión gravitatorio hacen fondo. Gravitatorio... A quién se le ocurre. Y justó acá. En el cómo del acá. Hay que estar desubicado. Y más lejos de la cuenta. De todas las cuentas. Pero podría descansar. Aflojarme. Recordar la vez cuando me revolcó la ola. Y la cabeza. Paf. Contra la arena. El fondo mojado. Tan cerquita de las carpas. La arena. Sí. Más dura de lo que se cree. Mojada. Una gran piedra. Grande y chata. A la espera de la cabeza. Arrastrada por el revolcón. Pero acá. Tan abajo. Que ni los pies saben un poco. Así que a volver. Nada de gestos que pudieran confundirse. Preferible el naufragio a la humillación. Total. No duele. No. El miedo no duele.
SOBRE EL FIN DE LA TARDE
A una cuadra. Por la vereda de enfrente. Caminan una mujer de 29 años y un niño de 6. Van de la mano. Se alejan. Y se llevan este día de mi vida. Son casi las 7 de la tarde. Es el último jueves de octubre. Dentro de un rato voy a juntar algunas de mis cosas. Entre ellas el libro que estoy leyendo. Y me voy a tomar el colectivo. Para dar una vuelta. Acompañado por el comienzo de la noche.
Aunque no pienso mucho en ello sé que me estoy transformando en otra persona y en unos años tendré recuerdos que no serán míos.
Una mujer y un niño caminan por la vereda de enfrente a cuadra y media de la puerta desde donde los miro. Van de la mano. Doblan en la esquina. Ya no los veo. Pasarán la noche sin pensar en mí.
TERCER TIEMPO
Cuando dejo el lápiz sigo escribiendo. Mientras camino. O manejo. O miro el techo por donde el sol no. O limpio la sangre del cuchillo.
Relato 1012 . 194 palabras
CLARA GARCÍA BAÑOS
COLLADO VILLALBA (MADRID) - ESPAÑASOY UN CABALLERO DE HONORLlevo dos días sin dormir, buscando por toda la ciudad a la princesa dormida. Mi misión es encontrarla porque ella es la única esperanza contra los Ogros Grung. Los Ogros Grung me persiguen. Son cientos, miles. Han estado a punto de matarme varias veces, pero aún resisto. Mi situación es crítica. Las municiones se me han agotado y no dispongo de ninguna ayuda. Sólo me queda el Libro Mágico en el que encontraré todas las respuestas: conoceré el único punto débil de los Grung y el escondite de la Princesa Dormida. Con mi astucia lograré desentrañar su críptico lenguaje.
Llevo dos días en esta pesadilla. Estoy al borde del agotamiento nervioso. Hasta las luces de la ciudad parpadean. Veo todos los colores verdes con una línea brillante roja en medio, como si estuvieran enrabietados. Demasiado brillo, demasiadas emociones. Necesito descansar.
Por unos duros instantes el hambre me ha hecho flaquear. He estado a punto de pulsar la tecla "pause"; pero al final he sido fuerte, pedí un café y continué jugando en línea. La Princesa Dormida me espera eternamente, pero debo encontrarla antes del lunes. Los lunes el propietario cierra por descanso el cibercafé.
FUEGO
La columna de humo se divisaba desde muchos kilómetros de distancia. En la calle, cientos de personas miraban hacia arriba, observando cómo las llamas salían por algunas de las ventanas de la última planta. Los bomberos comenzaron a llegar. En un momento, la calle se hallaba plagada de mangueras, camiones, vallas y policías. De pronto, alguien se asomó por una de las ventanas que, en ese momento, expulsaba una gran cantidad de humo. El grito fue unánime. Parecía un hombre, agotado, casi ahogado, que se aferraba a la cornisa y a la vida sin poder avanzar por la primera ni tener garantizada la segunda. El helicóptero que sobrevolaba el lugar posó sobre la azotea a cuatro bomberos que, con la ayuda de una cuerda y de sus propias fuerzas, comenzaron el rescate. Uno de ellos se descolgó por la fachada. El esfuerzo era evidente, tanto del bombero, colgado sobre el vacío, como de sus compañeros que lo sostenían desde arriba. Por fin, pudo llegar hasta el hombre, que yacía casi desmayado sobre la cornisa. Lo abrazó y comenzó el ascenso. Súbitamente, el hombre se soltó y cayó. Ya había conseguido lo que quería: quince minutos de fama.
Aquel había sido un buen día. Después de haber estado todo el día buscando aquí y allá, Lorenzo había conseguido reunir una buena cantidad de tesoros. El carrito de Mercadona que empujaba rebosaba sus límites por todas partes. Lorenzo era aficionado a coleccionar cosas: muñecas a las que les faltaba algún miembro, viejas televisiones, bolsas de plástico, ruedas de todos los tipos, latas de bebidas, botellas, periódicos de todas las tendencias y fechas… Todo, salvo una cosa: libros. Lorenzo pensaba que todo lo que un hombre podía saber estaba en la Espasa, y, por suerte, contaba con un viejo y ajado ejemplar de esta enciclopedia, que una vez apareció dentro de un contenedor, entre una bolsa maloliente de los restos de una carnicería y escombros de obra. Él la consultaba a diario. De hecho, era su única y cotidiana lectura. Le encantaba abrir por una página cualquiera y leer sin un plan determinado. Su casa estaba ya repleta de objetos de su colección. Tanto era así, que los vecinos se quejaban de los malos olores y del riesgo de incendio. Ellos, muy estirados, lo llamaban síndrome de Diógenes. Para Lorenzo era, simplemente, curiosidad.
VIDA
A Marcos le encanta dormir. De hecho, se pasa acostado la mayor parte del día. Vive con sus padres y depende económicamente de ellos. No trabaja. No estudia ni ha estudiado nada. No se interesa por la política, ni por los sucesos, ni por la situación económica. No tiene amigos, no hace botellón, no toma ni ha tomado drogas. No le gusta el deporte. No tiene aficiones. Detesta la lectura. No tiene iniciativa propia. Nunca discute con sus padres ni se mete en problemas. De todos modos, él es feliz con el tipo de vida que lleva.
Marcos apenas mide 60 centímetros. Marcos tiene 5 meses y hoy ha tomado su primera papilla.
DESTINO CRUEL
Desde el principio, conocía su destino. Sabía con certeza que su condena a muerte era inevitable, solo es cuestión de tiempo. Le habían trasladado de lugar junto a otros que correrían su misma suerte. Durante algún tiempo compartieron morada, todos hacinados, sin apenas espacio para moverse libremente. El nuevo destino era distinto, a pesar de la falta de movilidad, al menos no sentía el agobio ni la presión que el anterior. El lugar era fresco, hacia frío, pero no pensaba en ello. Le angustiaba sobremanera el no saber como seria su final. Había escuchado cosas terribles, torturas inimaginables que practicaban de vez en cuando.
En cierto modo, ya era una tortura no saber cuando ni como pondrían fin a su vida. Cada vez que la puerta del nuevo recinto se abría, el miedo estaba presente.
De los doce que llegaron al nuevo lugar, siete de ellos ya no estaban, seguramente un nuevo reemplazo llegaría pronto, quizás le diera tiempo de conocerlos, o tal vez…no.
La puerta se abrió de golpe, como siempre, la sombra de la muerte revoloteaba alrededor, escuchó la voz de su verdugo…y lloró
- Hoy para la comida haremos huevos fritos.
FUEGO INTERIOR
Ángela salió temprano, no le apetecía pero tuvo que hacerlo. Era Sábado, en la oficina no había nadie pero ella debía acabar un informe para que el Lunes a primera hora estuviera listo, su cargo en la empresa así lo requería. Recordó la noche que había pasado, los momentos que le había tenido bajo sus brazos, su calor corporal durante toda la noche y las pocas horas de sueño.
Se dio prisa en terminar el informe, deseaba volver a la cama, aún sentía el fuego en su cuerpo que le hacia estremecer, necesitaba tenerlo en sus brazos otra vez.
Llegó a casa cansada, empapada en un sudor que quizás había sido provocado por el ritmo tan acelerado que marcó para llegar cuanto antes. Entró en la habitación y le vio, rápidamente se despojó de la ropa y se metió en la cama. Buscó el contacto de su cuerpo junto a el, no dijo nada, se quedó enroscada sin moverse hasta que un suave pitido la hizo cambiar de posición.
Él, volvió a confirmarle lo que ya suponía, lo cogió con delicadeza y lo colocó frente a ella, en una pequeña pantalla se podía ver: 39´5º
SORPRESA
Mi amor, la cena la hago yo, tu quédate aquí relajada. –dijo orgulloso Pablo-
l ¡Vaya sorpresa! ¿Qué vas a preparar?
l Cariño te voy a preparar una ensalada y unos filetes de pollo a la plancha, por cierto, ¿troceo toda la lechuga?
l Toda no, hay que quitar algunas hojas, así, ¿ves?
l El tomate, ¿lo corto a trocitos grandes o pequeños?
l Trae los tomates, mira este es el tamaño perfecto ¿ves como lo hago yo?
l OK mi cielo, ¿Qué pongo antes, la sal o la aceite?
l Déjame yo la aliño, ve preparando la plancha para el pollo.
l Vale mi amor
l Pablo hay que echar sal a la pechuga antes de echarla a la plancha, anda deja, ya lo hago yo, coloca la mesa.
l Lo que tú digas mi amor. Cariño, ¿Dónde están los platos llanos?
l Están aquí en este mueble, ya los cojo yo.
l Bien cariño yo llevo los tenedores y cuchillos.
Comieron a la luz de una vela, Pablo rozaba de vez en cuando las manos de ella en actitud cariñosa, se miraban, sonreían. Él lleno de orgullo preguntó:
- Cariño ¿Te gusta lo que he preparado?
LA CRIATURA.
¿Para qué estoy en este mundo?
Desde que he puesto los pies en el suelo no he hallado más que dolor y soledad. Desperté desnudo, puro; posiblemente habría amado si en lugar de muecas me hubiesen dirigido sonrisas, palabras en vez de gritos, amor en vez de miedo.
El vestigio de alma pura que me queda me dice que el asesinato es uno de los actos más innobles de cuantos puedan existir, pero observo mi manaza, recuerdo el cuello que una vez partiera con ella y me pregunto: ¿por qué ellos sí y yo no? ¿Qué dios cruel decide quién puede ser portador de felicidad o miseria? Por eso le maté: maté a su hermano. Porque yo soy hijo y padre me abandonó.
Padre me persiguió hasta el fin del mundo, donde murió solo y enfermo. Yo le hice infeliz. Y ahora lloro en su lecho de muerte arrepentido, comprendiendo que, si bien él no era dueño de la vida y la felicidad, yo tampoco lo soy de la muerte y del infortunio.
Ahora me voy. Salgo a la tempestad helada y pongo rumbo hacia ninguna parte, esperando que mi mísera y vana existencia toque a su fin.
DE MADRUGADA.
Aurora permanecía sentada en el sofá del salón. Vestía únicamente con su pijama de flores celeste, su cabello estaba despeinado y sus ojos ojerosos y enrojecidos como si hubiese pasado toda la noche en vela como, de hecho, así ha sido.
Miraba con ansiedad alternativamente de la televisión al reloj, que marcaba casi las siete de la mañana
Pasados diez minutos más decidió intentar llamar otra vez a su hija, pero en ese momento escuchó el sonido de unas llaves y la puerta se abrió. Su madre abrazó a la chica tan pronto como entró, aliviada, y le hizo prometer que no volvería a llegar tan tarde sin llamar antes, pues estaba asustada de que le hubiese pasado algo. “Hay muchos dementes que podrían hacer daño a una chica tan guapa como tú” decía. Así lo hizo ella, pues era una buena hija.
Cuando Aurora se hubo acostado la muchacha se desabrochó la chaqueta y se quitó la camisa empapada en sangre que llevaba debajo. Luego sacó una navaja ensangrentada de su bolso, la limpió con la camisa y escondió ambas en una vieja mochila. Aquellos hijoputas de sus amigos no volverían a llamarla “loca”
Relato 1021 . 75 palabras
LILIANA MABEL SAVOIA LUDUEÑA
ROSARIO – ARGENTINA
COMPAÑERAS
Los vestidos y las máscaras eran similares, con sutiles diferencias. No así sus temperamentos. En la oscuridad rojiza de la habitación Anastasia trataba de convencer a su compañera para que la asistiera en su proyecto. La más pequeña trató de rehuir, pero le fue imposible. Anastasia no era de las que claudican a sus caprichos.
En su delicado rostro de porcelana no se advertía el demoníaco plan. Ambas darían muerte al resto de las muñecas.
EL HACEDOR
El hacedor trabajó incansable todo el día. Al fin de la tarde cuando el horizonte se tiño de sombras concluyó la tarea. Estaba satisfecho, una nueva criatura había sido creada a su imagen y semejanza.
La única pierna fuerte y musculosa sostenía un torso marcado con sendos pectorales.
La cabeza era enorme, calva, con prolijas depresiones, inclinada ligeramente hacia atrás.
Los rasgos abultados y frondosos le daban un aspecto extravagante. Se mantenía en pie ayudado por una muleta en horquilla donde descansaba firme su único brazo.
No necesitó vestirlo, en su Edén no existía esa costumbre.
AUSENCIAS
El pájaro, harto de comida descansó. Su plumaje nacarado relucía bajo la intensa luz.
El sol estaba en el cenit. Los personajes de azúcar y pan se erguían estáticos entre las piedras, sus calvas cabezas brillaban. Los cuerpos carcomidos no expresaban malestar, sino ausencias.
Los bordes de las heridas infringidas por los picos parecían no haberles causado dolor. Los picotazos eran irregulares y formaban dibujos aterradores. No me quedé para contemplar el final de la comilona.
DIGA TREINTA Y TRES
¿Un número predestinado? Ahora, con treinta y tres bíblicos años, no comprendía por qué treinta y tres milímetros de células le oprimían el cerebro, conduciéndole a una muerte segura.
ANANDA
Desconozco las razones que puede tener mi cabeza desquiciada para seguir con esta absurda lucha, aun sabiendo lo lejos que estoy de ser feliz, aun sabiendo lo difícil que es continuar sin ti, aun sabiendo lo duro que es perder a los que más necesito… Pero no me queda otro remedio y una vez más me encierro en el bucle rutinario de las agujas del reloj, me pierdo hasta encontrar alguna señal de tu ausencia que me permita salir ilesa de mis carencias. Y comienzo contando todos los defectos que me gustaría corregir…
Frío, como este invierno, está mi corazón; aturdido, vagabundo, perdido... buscando apoyos para seguir latiendo, descosiendo sentimientos para seguir sufriendo y yo intento convencerle inventando motivos absurdos, excusas baratas que me destapan el secreto del día a día. Solo cuando el silencio reina en esta habitación aparecen ciertas ideas detrás de un telón, entonces yo se las cuento a ''Ananda'' y ella me mira, me escucha, y aunque nunca podrá contestarme gracias a mi musa me evado y consigo desahogarme. Vivimos en un mundo aparte, lejos, muy lejos de lo ajeno, solitarias ante lo nuestro. Sin su ayuda no estaría escribiendo esto…
ETERNA
Hoy has sido tú la protagonista, todas las miradas se dirigían hacia ti, estás rodeada de flores, has salido en el periódico, hay carteles con tu nombre repartidos por todo el pueblo…
Toda la familia ha venido a verte mamá, ¿por qué no te despiertas? Me gustaría que escucharas las cosas bonitas que se oyen de ti aquí afuera. Pero permaneces callada y al margen de todo este bullicio, tu silencio me esta destrozando la vida. Pasan las horas y me acerco a darte un beso. Noto como el frío de tu rostro atraviesa mis labios y entonces comprendo todo lo que está pasando. Abro los ojos y vuelvo a llorar una vez más… no quería darme cuenta de lo cruel que puede llegar a ser la vida, pero son los caprichos del destino, que ha querido que ya no vuelvas a estar conmigo. Hoy es tu día, en cambio todo el mundo esta llorando, hoy nos abandonas a todos, nos dejas solos y condenados a vivir sin tu eterna sonrisa.
Nos diste sabias lecciones, nos enseñaste a amar, a sufrir, a vivir… Pero se te olvidó lo más importante, porque no nos enseñaste a poder vivir sin ti.
TIC – TAC…
Me asusta el paso del tiempo y la fragilidad de cada instante.
Disfrutar nunca fue fácil observando el reloj.
Todo se olvida, todo se calma... TIC - TAC...
No me gusta empezar nada porque se que todo se ACABA.
Mis ojos no brillan porque ya no suelo llorar pero sigo siendo DÉBIL...
Lamentarse de algo es...
Perder la esperanza de que algún día te pueda salir bien
Todo cambia, todo crece, nada permanece... TIC - TAC...
No me gusta envidiar porque desprecio lo que tengo
Pero también me gusta ilusionarme porque sueño con lo que no tengo.
Mi corazón perdona pero nunca olvida, mi corazón grita
Pero pocas personas lo oyen.
Abandonar es dejar...dejar de luchar.
Todo es, todo significa...TIC - TAC.
No me gusta mirar como envejece mí tiempo
Porque me confunde en el presente,
Me hace pensar en el futuro y añorar el pasado...
No me gusta mirar el paso del tiempo
Porque me doy cuenta de que nada es permanente,
Cada instante es solo eso, un INSTANTE.
Una fecha, un día, un minuto, un momento...
Que mañana solo será… un RECUERDO...
ACTOS
─ Abuela, ¿alguna vez has robado?, le pregunté.
Ella, enérgica y rotundamente, contestó que no. Pero yo sabía que no era cierto. Me enteré un día que fui a buscar algo de beber y en la cocina hablaban, en voz baja, mi madre y mi tía. Me callé entonces y no volví a sacar el tema hasta ahora, no sé por qué. Después de su respuesta, pensé en ello. No creo que robar sea un acto reprochable. No siempre, al menos. Es difícil no apropiarse de una pieza de fruta que ofrecer a tus hijos cuando el hambre aprieta; o no quedarse, en la vuelta de una compra, con más dinero del que nos corresponde, aprovechando el desliz del comerciante, para poder comprar zapatos que, al menos, tengan dibujada la suela. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Gracias a esos actos mi madre sobrevivió a una época difícil, y a dos hermanos. Gracias a ellos, yo he llegado a nacer. ¿Quién podía ─ puede ─ culparla por ello?
Relato 1030 . 179 palabras
CARLOS REDONDO DE LA TORRE
MADRID - ESPAÑASOY UNA PALABRA LANZADA AL VIENTOSilencio. Que nadie perturbe el aire: lo necesito intacto. Soy una palabra lanzada al viento. Una sola; y soy mundo. Con más peso que una bala. Y con más intención. Que no me callen. Que me dejen concluir lo que he venido a emprender.
Acudo al pensamiento del profesor que se enfrenta a sus alumnos. El cielo está raso, en calma. Hace calor. Los chicos se quejan, se levantan y abren las ventanas. Sin pedir permiso. Pero el viento está durmiendo y no llega cuando lo llaman. La lección ha empezado hace unos minutos. Trata del verbo. De su naturaleza firme y de su liderazgo. De su importancia en la vida. Los alumnos podrían escuchar. Aprender. Sin embargo, nadie atiende. Comentan lo vivido el día anterior, en su lugar. Y el profesor, cansado, después de forzar por vez tercera la voz, descansa la mirada en un parque infantil, no muy distante, donde un niño juega, distraído, en la arena. Le observa y le imagina una vida, plena de verbos…, hasta el momento en que se convierta en su alumno.
BAJO SOL
En medio del trazado laberíntico de los pasillos del metro, bajo la madrileña plaza de la Puerta del Sol, templa su violín un anciano. Pide la voluntad, acompañado de su mujer, que le ayuda, solícita, a pasar las distintas partituras, que reposan sobre un atril. Los viajeros transitan apresurados delante de ellos. La premura les vence; el estrés les consume. No escuchan. No relajan sus sentidos, ni aciertan a captar la armonía que brota de las cuerdas acariciadas por el anciano. Apenas reparan en su presencia, pero él, profesor de música jubilado cuya pensión huye antes de que el mes termine, espera su dádiva. Vestido de traje, el pelo cano bien peinado, la mirada atenta y calmante, adiestra sus manos temblorosas para liberar del violín las alegres notas compuestas por Vivaldi, que se elevan hacia la superficie, sorteando oscuridad, asfalto y mugre, para unirse, en ausencia del sol, a la música de las estrellas.
LA MÚSICA DA VIDA
Sentí truncada mi vida cuando me dijeron que él estaba muy grave. Un dolor embargó mis entrañas. Maldito alcohol y maldito quien hace caso omiso a esa lacra. Marcos era un muchacho estupendo, incluso había escrito varios libros, alguno sobre las drogas.
El día anterior había salido con sus amigos a un concierto, era muy aficionado a la música y ya desde muy pequeño tocaba el violín con gusto exquisito. Al volver de aquel concierto fue atropellado.
El conductor sobrepasaba la tasa de alcohol muy por encima de lo permitido. Siempre he pensado que todo el que consume esa droga es algo culpable de que pasen estas cosas.
En el hospital, Marcos estaba en coma. Tuve el atrevimiento de conectar mi aparato de MP3 para que sonara Vivaldi. Después de los primeros compases, Marcos despertó, movió una mano, y seguidamente, con una voz tenue, dijo: “Te quiero, mi amor”
RÚSTICO
¿Él tuvo que ofrecerle dinero, o juguetes? ¿Tuvo que engañarla diciéndole que era médico y que la iba a examinar? Ella le abrió la puerta de su casa, lo llevó hasta su habitación y le pidió que dejara los zapatos, si quería subir a su preciosa cama. Él comprende que sus argumentos lo describan como un psicópata, que no haya modo de justificarse, porque, de cualquier manera, lo que hizo estuvo mal. Pero, es diferente cuando tomamos a una niña por la fuerza, cuando, en vez de acariciarla, seducirla y hacerla sentir lentamente mujer, la inmovilizamos con el peso de nuestro cuerpo y la penetramos procurando satisfacernos y olvidando del todo lo que ella pueda, o no, llegar a sentir; cuando le pegamos porque sangra, y sangra, cuando le tapamos la boca para que no grite o cuando le mostramos un cuchillo para que se deje. Es diferente porque, cuando hemos terminado, y reaccionamos, nos dan ganas de protegerla y no de matarla. Le preguntamos si nos ama y ella, mintiendo, responde con un suspiro. La abrazamos y, abotonando su vestido de pepitas, le decimos al oído que puede estar tranquila: no se lo vamos a contar a nadie.
TRAS EL CRISTAL.
Tarde de octubre cuyo recuerdo amargo y gelatinoso jamás se borrará de mi mente confusa. Cementerio abarrotado de gentes que no conozco, que conocí mas ya ni me acuerdo. Me encuentro en el tanatorio, sola en mi mundo particular de tormento aunque esté rodeada de personas llorosas que también te quisieron, mi amor.
Poso mi mano en el cristal frío que nos separa; parece que te puedo tocar; parece que mis dedos temblorosos dibujan tu pelo rojo, tus serenas facciones, tus labios ahora ya sellados para siempre que tantas veces besé y me besaron.
Me ahogo, envenenada por el perfume maldito de las flores de tantas coronas que reposan junto a tu ya cuerpo sin vida.
¿Qué será de mí desde hoy? Cierro los ojos enrojecidos por el llanto,imaginándote a ti y a mí abrazados a nuestros bebés, riendo, jugando….
Pero eso ya más nunca será,¿no, Dios?
SONRÍE
Sonríe mientras el amor de tu vida te dice adiós. Sonríe mientras veas pasar por delante de tus ojos el tren de la oportunidad. Mantén la sonrisa cuando creas ver el vaso medio vacío y cuando la esperanza comience a batir sus alas para salir volando, cuando parezca que ya no tienes salida. Arquea los labios al tiempo que tus lágrimas humedezcan tus mejillas. Porque cada amarga y decepcionante experiencia nos hace más fuertes, removiéndonos los sentidos de la forma más primitiva y básica, recordándonos que estamos vivos. Pero, querida amiga, sonríe siempre, porque al final no te arrepentirás de haber pasado por esta aventura, repleta de dramas y dichas, pero siempre con una infinita gama de colores de los que no te puedes perder ninguno.
COLORESEntonces tuvo lugar una explosión de color.
La noche auspiciaba un final gris y mojado para nuestra historia. Lleva lloviznando toda la madrugada y tus dedos entumecidos no acertaban siquiera a abrir la puerta del coche. No tenías un mando de esos que con un “bip-bip” abren las cerraduras de manera mágica. Dejaste tu guitarra en la parte trasera y encendiste la calefacción aún a sabiendas de que hacía tiempo que no funcionaba. -La vida de músico no da para mucho más. -Afirmaste sin darte cuenta de la profundidad de tu sentencia. - “Tampoco la vida del resto da para mucho más”, pensé, “quizás para algo de domótica en los hogares, pero eso es todo”. L os sueños quedan reducidos a noches para la mayoría de nosotros.
Entonces tuvo lugar una explosión de color. No sé como ocurrió ni creo que durara mucho tiempo porque, yo, al día siguiente subí al metro como de costumbre y me dirigí sin resistencia a mi domotizado y gris lugar de trabajo.
EL ETERNO LETARGO
El mar durmiente refleja a las estrellas titilando, iluminadas por los ojos que las miran. Uno de aquellos ojos son los del capitán García, fiero como las bestias, sensible como las amapolas. El sombrero verde y viejo le tapa la mirada, su boca ya no es boca, sino un resquecio de historias inacabadas. Yo lo veo, allí, aquí, más cerca, sentado en el mismo lugar y observando el horizonte con sabiduría.
¿Qué miras, capitán?
Lo invisible.
¿ A quién esperas tranquilo mientras divisas el infinito?
El capitán sonrió.
Espero a quien esperamos todos, con los ojos bien cerrados.
El AGUJERO NEGRO
Aunque él no pudiera ver, él lo veía todo.
Estaba tumbado boca arriba, encima del césped.
Aún olía a tierra húmeda y el aire fresco rozaba su cara.
Le habían dicho que esa noche no había luna, sabía que el firmamento estaría estrellado, conocía exactamente en qué posición se encontraba cada estrella, las formas caprichosas que formaban y los nombres de esas formaciones.
Por primera vez pensó que era una suerte prescindir del telescopio y de los manuales porque todo estaba guardado en su cabeza.-
Pisó el acelerador, llegaba tarde.
Había pasado un año, nunca es tarde.
EL SILENCIO DE ESTRELLA
“el exceso de tinieblas es el fulgor de la estrella”
Georges Bataille
(-a Estrellita.)
La Gaviota, nuestro hogar, ha caído en desgracia, como yo, entre capas que cubren la nada.
Escribí todas las noches, toda mi noche sin. Así de por vida, fui la noche que habló. Fui la noche. Era algo. No hablaba al sol.
Ahora entiendo la traza del derrumbe. La no-lectura diurna, ante el prójimo, resultó terrible, divisoria, mientras mi niña caminaba de la mano de su padre muerto que vaga en esta tierra que recorro sin ella, vereda mortal, espiral.
Sólo los muertos saben leer. Sólo los muertos callan.
Ya no hay tiempo, y sin embargo es la Hora.
Pronto celebraremos su Primera Comunión. Gustaré la sombra y su sordina de furia. Asistiré, pero no me verán a su lado.
Lo sé: la Posibilidad es el Salto a ninguna parte que conociera, aunque soy.
La Creación mancilla la creación, a fin que florezca las nadas salvajes, sus galas fúnebres, sus algas, sus alas. El sonido previo al inicio donde nunca es lo siempre, y te recuerdo, Estrella, en ningún tiempo, mientras nacen las palabras que callo.
CASUALIDAD
Paz se iba a casar esa misma primavera, trabajaba con redactora y los días previos a la boda la estaban llenando de inquietud y nerviosismo. Alicia sin embargo no tenía novio, era economista y sufría anorexia nerviosa desde hacía 10 años, el pico de intensidad de su enfermedad lo estaba sufriendo en ese momento.
No se habían visto nunca.
La madre de Paz hubiera querido que la joven eligiera otro novio con más dinero y categoría. Estaba preocupada.
La madre de Alicia pensaba que su propia hija se había provocado esa enfermedad por pensar en tonterías y que si quisiera, podría curarse. Envidiaba a aquellas madres que tenían hijas normales. Estaba preocupada.
No se habían visto nunca.
Sin embargo Paz nunca pudo olvidar el cuerpo doblado de Alicia, cuando aquella mañana al volver de recoger su vestido de novia, justo cuando pasaba por debajo del balcón de Alicia un cuerpo calló a sus pies. El grito, primero, luego el gran estruendo, el crujir de huesos, el rostro aplastado contra la cera y esa gran mancha de sangre en su blanco vestido de novia.
LA GRAN CIUDADNos detuvimos delante del escaparate unos minutos. Con la vista fija en los lánguidos maniquís cubiertos con ropa de rebajas dejábamos que nuestras piernas descansaran. Habíamos firmado el contrato y no podíamos echarnos atrás. Al menos nuestro cometido no era tan malo, caminábamos siempre en grupo, de la mañana a la noche y sólo podíamos parar en tiendas y museos. Gracias a nosotros la ciudad parecía agitada y viva. Nadie sabía quiénes eran los recién llegados y quienes de verdad formaban parte de la vida diaria. Nuestro aspecto no podía demostrar el cansancio que empezábamos a sentir tras dos meses de cumplimiento de lo pactado. Los aseos públicos y las estaciones nos servían para descansar las pocas horas que se nos permitía dejarnos vencer al sueño. Era condición indispensable para entrar en la ciudad, tres meses de una u otra esclavitud y luego libertad. Así, aquella urbe parecía agitada y todavía viva.
TRUFAS
La vida sería mejor si estos cerdos asquerosos no se comieran las trufas nada más encontrarlas. No pasa lo mismo con los perros del padre de Pablo Ahicar, que son capaces de recorrer dos hectáreas y media al día buscándolas. Cuando las encuentran marcan el lugar concreto con las patas delanteras y esperan sentados a que el padre de Pablo Ahícar las desentierre y las meta en su bolsa, junto a todas las demás, sin gruñir siquiera. Menudos perros. Mis cerdos se las comen, y no se te ocurra tratar de quitárselas de la boca. El año pasado le arrancaron dos dedos de la mano derecha a mi cuñado y se los comieron a la vez que las trufas. En realidad ningún miembro de mi familia les tiene demasiado aprecio a estos cerdos. Bueno, cerdas, porque son hembras. Encuentran tan fácilmente las trufas porque su olor se parece al de los machos, al menos para ellas; a mi los machos me huelen a mierda, igual que ellas.
EL TORREÓN
- Este torreón lo construyó el rey Escabronal Segundo, llamado el Menor, para encerrar a sus enemigos y luego colgar en él sus cabezas y mostrarlas al pueblo. Miren: aún pueden observarse manchas de sangre ¡Fueron más de diez mil! – El guía calla y tiende su mano de recibir propinas. Contengo el aliento. Siento, igual que los demás turistas de nuestro grupo, el misterioso placer del morbo y el horror que bien valen el dólar de propina que doy al guía.
Un cómodo hotel frente al torreón. No puedo dormir. ¡Más de diez mil cabezas! Me asomo al balcón: trato de contar estrellas. No puedo contar diez mil. Demasiadas. De pronto mi corazón late con fuerza y comienzo a sudar porque escucho lamentos, sollozos… ¿Más de diez mil cabezas? Con el heroísmo de un turista de pago escudriño el torreón. Distingo unas pequeñas sombras junto a él. Quizá seis, quizá diez. Adivino que sólo son pequeñas sombras que juegan a llorar el hambre. Normal en un país del tercer mundo: ninguna atracción turística. Suspiro aliviado. Ya no sudo. Mi corazón late tranquilo. Regreso al lecho, me persigno y al poco, duermo plácidamente. ¡Más de diez mil cabezas!
VOLAR
El tío Manuel tenía pedazos de metal colgando en la pared del comedor de su casa, restos de una avioneta que se estrelló en una colina cercana. Volar era el sueño de su vida. Quiso ser piloto, pero no pudo a causa de su corazón frágil. Vivía cerca de un pequeño aeropuerto y todos los futuros pilotos le conocían y le dejaban subir con ellos de vez en cuando, y, a veces, hasta llevar un rato el avión. Pero eso no le bastaba y durante años dedicó sus horas libres y las que robaba al sueño a construir un modelo de ultraligero. Siempre andaba remodelándolo y no se cansaba de explicar a quién quisiera escucharle las últimas novedades, si había retocado un ápice la orientación de las alas, o había aligerado el fuselaje, o si había recibido unos planos nuevos desde Italia. Necesito un motor, decía. Unos de un doscaballos sería suficiente. Recuerdo que justo la noche antes que muriera soñé con él, lo vi en su avión de madera, los ojos brillantes y desafiadores, riendo y gritando: Lo veis como vuela. Luego subiréis vosotros. Es curioso, pero desde ese día me da aprensión la idea de volar.
ÚLTIMA GALA.El cantante, cogido de la mano del autor del musical, agradeció los aplausos sinceros de un público maduro, con más de un anciano entre las butacas. Estos componentes de más edad del respetable, que se sentaban en sitios estratégicos, eran los que habían animado en los momentos de artistas muy malos u obras mediocres, y mantenían el espíritu de un grupo que viajó y dio palmas y gritos de ¡Bravo! por todos los teatros del mundo. Un público que se despedía del mundo del espectáculo justamente ese día, tras hacer salir a saludar cuatro veces a la orquesta.
DIBUJOS DE TIZA
Antes de que llegara la profesora, yo dibujaba a Carlos en el encerado con tizas de colores y Carlos me dibujaba a mí. Era una carrera para ver quien de los dos terminaba antes.
Carlos era algo más lento que yo, pero reconozco que su dibujo era muy bueno, casi perfecto. Se parecía tanto a mí, que si lo terminaba seguramente echaría a andar.
Me quedaban apenas los últimos retoques, cuando vi de reojo cómo Carlos cambiaba las tizas de colores por el borrador. De un golpe seco me borro el brazo derecho. La tiza azul que estaba utilizando en ese momento se me cayó al suelo y se partió por la mitad.
Como estaba decidido a ganar y apenas me quedaba perfilar un poco el contorno de sus ojos, continué con el dibujo, utilizando únicamente el brazo izquierdo, a pesar de que nunca fui muy mañoso con él, hasta que Carlos, de otro golpe seco de borrador, me dejó también sin el otro brazo.
Me agaché para recoger la tiza con la boca. Si la profesora de pretecnología hubiera tardado unos segundos más, habría terminado el dibujo, aunque fuera mordiendo la tiza con los dientes.
PIROPOMi novia es ciega y prácticamente sorda. El otro día, para burlarse de mí, me dijeron que por eso estaba conmigo. Ha sido el mejor piropo que he recibido en mi vida.
INCONGRUENCIA
Siempre que mi padre se enteraba de que me había pegado en el colegio con algún compañero, me partía después la cara. Nunca lo entendí.
¿FELIZ NAVIDAD?
El propio Papá Noel descubrió aquella noche el verdadero espíritu de la Navidad. Y lo descubrió cuando, en un arresto de compasión, se adentró en aquel barrio marginal, en aquel suburbio inmundo. Los niños, astrosos, desnudos, hambrientos, echaron a un lado la ristra de paquetes y, cual jauría de lobos, devoraron a los seis renos.
MIJAÍL BÉCQUER
Ocurrió en una noche de noviembre , cuando Mijaíl Bécquer terminó su cena frugal , se despidió del cuerpo indiferente de su esposa y cerró los ojos para ver mejor la oscuridad
(Sueña que es una mariposa , y que en su paseo el azar se cruza y lo lleva hasta el escenario de una guerra . Sobrevuela alli la masacre . Observa pedazos de carne y sangre . Escucha los estallidos de las bombas y los aullidos de dolor . Entre humo y olor a polvora vuela . Entre aire contaminado de sinrazon , infectado por la muerte , avanza la mariposa a ciegas .
Ignora la escena : Su vuelo continúa rítmico y pausado . Como el que sobrevuela prados de flores estáticas : Toma por amapolas charcos de sangre . Cree margaritas dientes rotos en el suelo .)
Despierta Mijail Bécquer .
-¿Soy Mijail Bécquer , que soño ser mariposa? ¿O soy la mariposa que está soñando ser Mijail Becquer?
Nadie sabe la respuesta . Aún tenemos que esperar a que alguien nos cuente este relato .
SIN TÍTULO
Érase que se era un hombre que perdió un día de su semana y su tiempo jamás volvió a coincidir ya con el tiempo de los demás. Salía de casa un domingo, pero era lunes; y los lunes en el trabajo ya eran martes cuando él llegaba. Llegó tarde a todos y cada uno de los sucesos de su vida, importantes o no. Una vez rompió un corazón, ocultó con palabras una lágrima y no pidió perdón hasta la mañana siguiente, cuando ella ya se había ido.
Fue un desgraciado hasta en esos días que no existían en su calendario. Murió ayer y aún hoy calienta estas sábanas.
LA ESQUINITA DE LA CALLE ESCHER
Deambulaba intranquilo, intentando disimular, alejándose lo más rápidamente posible de su barrio, su calle, su casa. De pronto: aquella risa jovial. Jamás olvidaría aquella forma de reír que tanto había llegado a odiar, así que cuando la reconoció de espaldas junto a la cabina no tuvo tiempo de pensárselo dos veces. Se dirigió corriendo hasta ella y la agarró por el hombro, le dio la vuelta violentamente y sus miradas se encontraron. Se reconocieron sin dificultad y quedaron paralizados: ella tenía diecisiete años, él treinta y dos. Ella pensó: “no puede ser, ¡pero si vamos juntos al instituto!”. Él pensó: “¡pero si acabo de estrangularte hace apenas una hora!”. Ambos sonrieron con cierta lascivia: es lo que tienen las feromonas y las segundas oportunidades no merecidas.
SUCESOS DOMÉSTICOS
Desayuné con prisas y dejé el piso bien temprano. Estaría fuera una semana, así que mientras sorbía el café con leche, escribí “Bébeme” en una servilleta y la coloqué bajo una de las esquinas del tetra brik. Mi compañera de piso la vería nada más levantarse. Por eso me extrañó que el paquete de leche siguiera allí a mi regreso, aún a medio acabar; también la servilleta, en el suelo, pero de mi compañera ni rastro. Tras unos días de anhelada tranquilidad he comenzado a preocuparme por su ausencia. Aún más desde esta mañana, cuando he encontrado en un rincón de la despensa una diminuta puerta de menos de un palmo de altura, y junto a ella estos restos de tela. No consigo alejar de mi cabeza una idea pavorosa: los restos son una réplica en miniatura del pijama de Alicia. ¿Pero qué demonios hará desnuda por ahí con lo peligroso que está el barrio?
LA LEYENDA DEL MAESTRO
Mañana de noviembre. La noche anterior un camionero observó cómo se iluminaban de manera temblorosa los largos pasillos del colegio. Además, intuyó la sombra de lo que parecía ser un hombre deambulando con un libro cogido bajo el brazo y una cuartilla en la mano.
Fue un instante. Instante que se le hizo eterno. Con el susto en el cuerpo se dirigió al puesto de la Guardia Civil para narrar lo sucedido. Cuando llegaron los agentes vieron que allí no había nadie ni nada que denotara movimiento anterior alguno.
Sin embargo, después de inspeccionarlo todo excepto el sótano, convinieron entre todos no entrar en aquel fatídico lugar. No dijeron nada. Sólo se miraban unos a otros y, sin más, decidieron salir de allí.
Al día siguiente, la noticia corrió como la pólvora. Don Nemesio había vuelto a pasear, como antaño, por los pasillos de su colegio.
Años atrás, el maestro, tras sufrir un profundo desengaño amoroso jamás superado, bajó al sótano y se ahorcó.
Desde entonces, cuenta la leyenda que la noche del uno de noviembre, el maestro sale al encuentro de su niña (como él la llamaba) para entregarle la misteriosa cuartilla.
DESPERTÉ
Un día desperté.
En medio de los lloros de mi hijo mayor porque el “tato” no le dejaba jugar con los muñecos de Pocoyo y el “mamamama” de mi balbuceante bebé porque su hermanito había abarcado todos los muñecos con sus bracitos y se había tirado al suelo sobre estos, desperté.
Sobre la mesa del comedor sabía que tenía una colada a medio plegar, mientras la lavadora daba vueltas a otra. El suelo llenos de coches de juguete, mi DNI perdido debajo del armario hasta que volviera mi marido del trabajo y me ayudara a rescatarlo, mi ropa llena de los restos de comida que el chiquitín había compartido tan generosamente conmigo, mi pelo con ese look camero tan característico de quien no tiene tiempo de peinarse y mis ojeras marcando una serie demasiado larga para contarla de noches de mal dormir.
Desperté. Lo contemplé todo desde afuera y me eché a reír. Puede que la vida de una madre fuera dura y sacrificada pero no tenía porqué ser agobiante. Tomé aire y calmé al chiquitín al pecho mientras esperaba que al mayor se le pasara la rabieta. Con paciencia, cariño y unas risas la vida vive de otro color.
OCTUBRE
Fue en una tarde grisácea de octubre con el cielo encapotado.
Lucía estaba sentada en la terraza de su casa, sola y desgarbada, con una ópera de Pucchini sonando... casi no lo podía creer. Hacía días, incluso meses, vivía en la gran ciudad, rodeada de prisas y estrés, inquietudes y personas de rostros grises.
La vida le había golpeado fuerte; se quedó viuda pronto, a los 33, y sintió que su mundo galopaba al abismo. Tenía un buen trabajo de cajera en un banco, que dejó al quedarse sola. Nunca entendió el golpe del destino, de hecho no creía en esas cosas…y por eso regresó a su pueblo natal.
Marcos la vio un día paseando cerca del río y le sorprendió lo delgada que estaba. Pensó que la gente cambiaba por esto de la crisis, pero que su rostro seguía siendo el de aquella niña pizpireta del colegio con la que compartía juegos. Y se le iluminó la cara; pensó que quizás otro día la pararía.
Una tarde de lluvia encapotada, ella caminaba y le pareció ver a alguien conocido, alguien de su infancia…
De camino a casa las gotas de lluvia parecían distraídas y Lucía sintió calor.
UNA CARTA DEVUELTA
Cuando Roberto llegó, Carla, su mujer no estaba. La sala se invadía con la semipenumbra del comienzo de la noche.
Sobre la mesa extremadamente pulcra había: una carta, un sobre arrugado y un informe de laboratorio.
Un tanto extrañado por la ausencia de su mujer que no acostumbraba a salir sin antes tenerlo al tanto y menos al anochecer por ese asunto de los ataques de pánico y la mar en coche, tomó la carta e inmediatamente palideció.
La carta era la que había enviado a Lucía diciéndole haber girado el dinero a su cuenta para poder concretar el sueño de una vida juntos lejos de la neurosis de su esposa. Temblaron sus piernas al manotear el sobre arrugado que yacía sobre la mesa, leyó: “SE MUDÓ, PARADERO DESCONOCIDO”- El informe del laboratorio confirmaba la preñez de su mujer.
Llevó su mano izquierda hacia la frente al tiempo que sus pupilas se llenaban de la imagen de Carla sosteniendo el revólver, amparada en la semipenumbra del comienzo de la noche.
EN UN LUGAR DEL PAÍS…
Tras asegurarse de que por fin ha despistado a sus perseguidores, el enmascarado se detiene a la sombra de un chopo. Se sienta, se quita el pañuelo que cubre su rostro y se dispone a disfrutar del bocadillo de chorizo que lleva oculto bajo su abrigo. Tras la frugal comida se queda dormido. El canto de un gorrión desde la copa del árbol le despierta. Entonces se da cuenta de que un pastor se acerca, seguido de su rebaño de ovejas. Recuerda que en otra época aquel camino era una de las principales vías trashumantes del país. Intenta ocultarse, pero ya es tarde. El pastor le ha visto. Seguro que le ha reconocido. En estos tiempos que corren hasta en la aldea más remota se tiene acceso a la televisión. Y por desgracia su cara aparece a todas horas en el telediario: por algo es el presidente del país.
¡Y él que esperaba poder escabullirse hasta que pasara la dichosa crisis que mantiene en jaque a toda la población!
AIRE
Diana se convirtió en aire. Cansada de su monótona vida, se dirigió a la montaña. Inmóvil, sintiendo las caricias del viento sobre su rostro, contempló durante largo rato la inmensidad del paisaje. La vista era tan hermosa que anhelaba formar parte de ella, sentía un irrefrenable deseo de fundirse con la naturaleza para vivir eternamente en los árboles, en las rocas, en el aire…
La lluvia arreciaba, pero a Diana le sobraba la ropa. Se desnudó y se tumbó a observar el firmamento. El cielo se abría ante sus ojos y Diana, presa de un éxtasis divino, erguía sus caderas disfrutando como nunca antes. De pronto, su cuerpo comenzó a brillar, convirtiéndose en un halo luminoso que iluminaba la oscuridad de la noche. Alzó los brazos para recibir al caballero de sus sueños, sintiéndolo llegar hasta lo más profundo de su ser. Jadeaba nerviosamente mientras su luz se volvía cada vez más intensa. Al amanecer no quedaba ningún rastro de humanidad, Diana había desaparecido por completo. Por fin era feliz.
EL CUBO DE RUBIK
Nunca he tenido cojones de resolver un cubo de Rubik. Por más veces que lo he intentado jamás he logrado ni siquiera acercarme a la solución. Marina era capaz de resolverlo en menos de dos minutos. Disfrutaba al mostrármelo resuelto, pero nunca me permitía ver el proceso y me lo devolvía de nuevo hecho un completo desorden. La muy zorra mereció morir.
Desde que vivo en esta habitación he roto cientos de esos malditos cubos. No soportan el ritmo de mis dedos y se rompen a los pocos días de trastearlos. Eso, si no los estrello directamente contra la pared cuando me vence el sueño y siento que voy a perder otras inútiles horas durmiendo antes de continuar con mi tarea.
Los doctores creen que perdí el habla debido al impacto emocional tras acuchillar setenta veces a mi esposa. Imbéciles, lo único que ocurre es que necesito concentrarme. Dicen que estoy loco. ¿Yo loco? Y una mierda, el loco era ese hijo de puta de Rubik.
EL INTERIOR
Dice la leyenda, que los peces del río Ávalon del país Numeriano, tienen el extraño poder de curar a Numers enfermos, con un simple beso bajo el agua; pero sólo puede conseguirse desinteresadamente y con un alma pura y limpia…, le dijo el abueno Numer a Numi, frente a la chimenea, una noche oscura.
Repitiendo “alma pura y limpia” Numi pensó esa noche en lo dicho y decidió no darle importancia, era una simple leyenda…
Numi amaneció sobresaltado por un temblor y al bajar observó tendido frente a la chimenea al abuelo, tenía “las fiebres plomer”, lo que aseguraba una muerte lenta y dolorosa.
En ese instante Numi fue al río decididamente, se sentó dentro del Ávalon y, tras dos días sin moverse, vio un pez dorado que acercándose le dijo: “nunca un alma tan pura había permanecido dos días dentro del río sin moverse, casi en hipotermia, sin beneficio propio. Trae a tu abuelo”.
Numi corrió como pudo, con fuerzas que no tenía, para, después de llevar al abuelo al río, ver cómo asombrosamente la profecía era cumplida y el abuelo Númer sanaba, gracias a la pureza de Numi.
(DES)ENCUENTROS
Desde la calle sumergida en la noche se ve la única ventana iluminada de aquel edificio en sueños; Ella escribe en el pequeño teclado del teléfono con la misma rapidez con que Él lee el mensaje y lo contesta: “recién llegué al aeropuerto; estoy camino; enseguida llego”.
Algo sucede. Algo sucedió. Algo está por suceder.
La noche continúa en serena alegría; Ella se dispone a celebrar el encuentro.
Él camina rápido, para llegar a tiempo.
Ella se prepara para el descubrimiento igual que se prepara para el amor, en alma y en cuerpo.
Él deja atrás la calle oscura; con pasos rápidos y silenciosos entra al departamento, ese con la única ventana iluminada del edificio en sueños.
Ella escucha la puerta que se abre, contenta, salta del sillón, y mientras va hacia el pequeño hall dice: “Te esperaba”.
El hombre se levanta el gorro de lana negra que le cubre la cara, apenas por encima de la nariz, sólo lo necesario para poder mirarla y en áspero susurro contesta: “Lo dudo”.
Y muestra el puñal.
EL DÍA QUE GABRIEL PERDIÓ LAS PALABRAS
Apenas Gabriel despertó, supo que su vida había cambiado. Él no se había transformado en insecto ni había descubierto que el dinosaurio se había ido, sin embargo esa mañana de martes, el último del otoño, apenas abrió los ojos, Gabriel tuvo la concreta certeza de que ya nada sería como se había dado hasta la noche anterior, cuando se acostó a dormir.
Gabriel había perdido las palabras.
Caminó hasta el puente que cruzaba el río; se sentó en la orilla. Un barco provocó una ola tan fuerte que a Gabriel se le mojaron hasta los recuerdos. La mueca con forma de sonrisa cayó en un charco y flotó. Un chico atravesó el charco con su bicicleta, y sin siquiera darse cuenta rompió la mueca en pedazos. Y nacieron letras. Se hicieron palabras que liberaron chispas. Y hubo fuego.
Y tierra.
Y sol.
Y nuevos frutos.
Y otras letras. Y nuevas palabras.
Gabriel supo que su vida había cambiado; ya nada sería como se había dado hasta la noche anterior, cuando se acostó a dormir. “Hay encuentro”, se dijo, y se regocijó.
“Y hay búsqueda. Hasta el último día”.
UN RASTRO DE MIGUITAS
La taciturna paloma posada en el banco despliega sus alas grises. Parece haber perdido las esperanzas de que alguien la lleve a casa y le ofrezca cobijo y cuidados. Sólo al acercarse se percata de que el ave es en realidad un libro abierto.
El ritual se repite cada quince días: recoge la novela que alguien abandonó en ese banco del parque y vuelve a dejar la que recogió dos semanas atrás. Hay más lugares donde es posible encontrar libros “liberados”, pero ninguno como aquel. Allí descubre obras que describen el mundo que querría habitar. El orden en el que se le ofrecen se diría cuidadosamente escogido: las lecturas se han ido volviendo más intimistas durante los últimos meses, como si el anónimo benefactor le estuviese guiando a través de su universo privado.
Ese libro debe de ser uno de sus preferidos, pues las tristes tapas están muy ajadas.
“Desearía no vivir encerrada en esta jaula invisible. Pero resulta tan difícil hablar con los demás…”
El joven introduce el diario en su mochila y se encamina hacia el parque más emocionado que nunca, porque sabe que esta vez en el banco de siempre no le esperará sólo un libro.
TUS MANOS FRÍASAl principio no me di cuenta. Pensé que ese aire esquivo e indiferente sería producto del cansancio. Imaginé que tu falta de apetito tendría que ver con los momentos tan duros que estábamos viviendo.
Pero ahora sé que estabas muerta.
Los días, lentos y monótonos como el sonido de los álamos al crujir por el viento, pasaban despacio. Tu mirada, perdida en su ausencia de luz, se quebraba por los rincones para no cruzarse con la mía.
Tus manos frías y la palidez de tu rostro hablaban de nuestra locura. Pero cuando realmente supe que estabas muerta fue al verte llorar, sin lágrimas, abrazando su retrato.
No sé cómo voy a vivir ahora sin ella y sin ti.
EL TIEMPO POR RECUPERARAquella tarde él le dijo que la quería con toda su alma.
La miró despacito y acarició su pelo durante unos segundos interminables. Ella, intuyendo lo que venía a continuación, retiró sus mejillas arreboladas por la vergüenza, ocultándolas entre las solapas de su trenca de paño beige. El banco del paseo, testigo de sus innumerables conversaciones literarias, se convirtió en espectador privilegiado de su locura de amor.
La tarde era gélida. Extrajo de su bolsa de bandolera un libro torpemente envuelto con papel de regalo y se lo entregó sonriendo mientras miraba sus ojitos de cristal transparente. Ella, sin darle importancia, apartó el libro depositándolo encima del banco, y sin dejar de mirarle a los ojos cerró su abrigo para protegerle del frío. No deseaba ningún regalo más. Él era su regalo máximo. Miles de mariposas revolotearon en su estómago cuando él, apartando sus manos con suavidad, acarició su boca de alientos helados.
Unieron sus labios con delicadeza. El roce de su piel, mínimo, casi imperceptible, provocó en ellos el asombro de lo insólito, de lo desconocido. Habían dejado pasar más de cuarenta años, y sin embargo aún estaban a tiempo.
TRIBUNAL
Siempre había imaginado que sucedería así…
“Próxima parada Tribunal. Correspondencia con Línea 10”. La puerta central del tercer vagón del metro se abre. Entran, por este orden:
- Mujer, 42 años. Pelo corto, gafas de sol. Lleva en la mano una bolsa grande de papel morado con las letras del nombre de la tienda y las asas en blanco.
- Anciano. Utiliza bastón, pero pasa sin apoyarse en él. Mira a ambos lados buscando un asiento vacío.
- Pareja, entre 22 y 25 años. No se sueltan de la mano en ningún momento. Él lleva los cordones de la zapatilla izquierda desatados.
- Tú… No te había visto nunca antes, pero sé que eres tú.
Entras apartándote el flequillo de los ojos y te colocas de pie frente a mí. Si estirase mi brazo te tocaría con las yemas de mis dedos. Me descubres mirándote, pero por alguna razón mis ojos no se pierden, avergonzados, en el suelo del vagón. Tú tampoco apartas tu mirada de la mía. Segundos, podrían haber sido horas… Entonces sonreímos, y aunque nuestros labios permanecen inmóviles parecen transformar en palabras todo lo que estamos deseando decir…
Y hoy…
“Próxima parada Tribunal…”
… hoy sucedió.
PAISAJES VISTOS
Sé lo mucho que ha significado este escenario. Marcos me llamó y dijo: finalmente, la biblioteca me concedió el premio. Me sorprendí cuando vi en el magazín dominical el dineral que ofrecían al ganador del concurso. Otra fue mi impresión al ver en qué había invertido ese premio que no se había portado particularmente bien con él. Mi sorpresa fue ver cómo después de tanto esfuerzo, de tantas lagrimas de un Marcos que se encontraba en los cuarenta, con dos hijos y sin un centavo en los bolsillo, se le ocurriera comprar una plazoleta derruida. Fueron sus hijos quienes le ayudaron a llevar a cabo todos sus propósitos. El pequeño José trasladaba de un extremo a otro tablas pesadisímas. Marcos martillaba y José sujetaba las tablas, se turnaban a veces, pero cambiaban rápidamente, porque el sonido del martillo pasaba a convertirse en un grito del niño. Al cabo de los años, después de la muerte de Marcos, José se aproximó al lugar en que él creía que se encontraba el teatro antes de la guerra y se prometió hallar entre los escombros un teatro idéntico al que había construido años atrás con su padre.
DIBUJOS DE NIÑA
Sentada en su cama Anita dibuja un mundo de mariposas y amapolas en el que le gustaría vivir. Los lápices están esparcidos a su alrededor y la niña los toca con suavidad mientras tararea una canción para ahogar los sonidos que le llegan desde el comedor.
Le molesta el ruido de las voces de los mayores, así que acaricia el filo del cuchillo y recuerda la escena que ha visto unos minutos antes. El padre ha empujado a su madre sobre la mesa del comedor y con los pantalones bajados se había tirado encima de ella.
–Ana, vete a tu cuarto –Le ha pedido su madre entre sollozos.
–Tú, déjala. Sólo dime cúanto te gusta. –Ha dicho el padre mientras quemaba con el cigarrillo el brazo de la mujer.
–Sí, por favor, me gusta, me gusta.
Anita ya no aguanta más los gritos que atraviesan las paredes. La madre la mira demasiado horrorizada para poder hablar. La espalda del padre se mueve rítmica, furiosamente. Anita se concentra, levanta el brazo y con toda la fuerza del odio ya no reprimido hunde el cuchillo en la carne.
Tranquila ahora, Anita vuelve a su mundo de colores y luz.
SAGU
El nido del sueño es acogedor, protector y seguro. La vida me obliga a salir para satisfacerla, pero yo no quiero la inquietud del miedo que arrastra el peligro de vivirla. Sólo deseo habitar el nido del sueño de la nada.
-¡ah! Sagu, ni siquiera un minúsculo y efímero ser como tú, puede escapar al orden inmutable de las leyes del Universo. Debes concluir el ciclo de tu vida; el camino del destino puede ser penoso pero al final siempre esta la luz.
Sagu sentía la imperiosa necesidad de romper el duro muro de la oscuridad de la nada.
Los Dioses sonrieron cuando la crisálida se abría y Sagu extendía sus hermosas alas.
INVESTIGADOR PRIVADO
Una nube decidió entrar de incógnito en el valle de las vides, en dónde el sol forzaba los tiempos de maduración de los frutos.
El cultivo se protegía de los fuertes vientos gracias a la actitud protectora de las montañas.
El sueño de José era poseer una gran empresa con miras en la exportación.
Demasiado costoso le resultó a su corazón desprenderse de sus afectos al partir para América
En todos estos años su labor le marchitó su piel pero jamás su lucha.
Una mañana lluviosa descubre que parte de sus racimos fueron destrozados. Un torbellino de emociones se apoderó de él.
Los días pasaron y las respuestas de los profesionales insuficientes, contradictorias.
Sin embargo, con una simple ojeada en los granos de uva encontró evidencias dejadas por la mordida de algo extraño.
El informativo le adelantó sobre el vuelco de una jaula del circo. Sus animales habían huido, en diferentes direcciones y a tan solo tres kilómetros de su finca.
No queda una pizca de duda, el locutor pone al descubierto a los responsables del daño ocasionado en su plantación.
Juan acordó con su aflicción olvidar el hecho. Su corazón no soportaría una injustificada internación.
AQUEL FETAL Y SUAVE AMOR ETERNO
Un zumbido interrumpe el delicioso néctar de uvas, aquél que hace instantes quería acoplarse a algún otro yo; y todo mientras un llanto pensaba en ti.
El calostro que vive en motores fetales suaves, te llama a degustar el amor fraternal y milenario.
El camino aclarará las deudas del marrón tierra, el color de nuestra madre; también al sacrílego ser que se desliza por aquella línea blanca punteada del tiempo.
HARTO, VINE A DECIRTE
Estoy harto de vivir así, vine a decirte. Estoy harto.
Como una bodhisattva sumergida bajo el mar, ves los titanes que ríen muertos. Y yo, un perro de verdad.
Un fuego espacial, ferpecto, psideral; un ojo de tigre, sin venda ni talismán.
El fuego ya no será fuego, se metamorfoseará en el más allá, donde el rouge y la manteca no es causa sino causalidad.
OTRO DÍA SIN TI
Te esperaba en medio de la plaza, las palomas te asustaban cuando te vi atravesar el umbral del arco centenario mientras ellas emprendían el vuelo, al latido de tus taconazos, envolviéndote en una brisa blanca y borrosa, como la foto desenfocada de aquel momento que permanecería para siempre en mis retinas. A golpe de melena te ibas acercando, mientras se enfriaba mi expreso y el camarero me echaba una mirada de comprensión al ver llegar tus piernas. Solté la taza con torpeza, apreté los puños, te miré a los ojos y... me creí George Cloney. Tomé posiciones para lanzarme a tu cuello y me autoconvencí de la victoria. Me pareció que me mirabas, ya eras mía, y caíste en los brazos de un tipo que no era yo y te largaste con él, feliz y risueña, mientras yo seguía en mi plaza, con mi café congelado, como otro día cualquiera sin ti.
MELANCÓLICO RECUERDO DE UNA NOCHE DE BORRACHERA
Caminaba solo, con las huellas de la farra en mi descolocado traje de Zara. Las manos en el bolsillo, con pose de no importarme nada, la mente unos metros por detrás de mí y el paso lento esperando una llamada. Escuché una especie de tenue silbido. Sabía que era ella. Dudé unos segundos antes de darme la vuelta. Me cogió del brazo con delicadeza, ni ella ni yo estábamos ya para muchos trotes, y caminamos con pausa los metros que nos separaban de la parada del bus en la que ella se despediría.
Cruzamos la calle y nos recostamos sobre la marquesina. Allí, abrazados en una cama vertical de cristal, vimos pasar tres autobuses entre nuestras risas y las miradas de los pobres curritos que desfilaban hacia sus empleos.
─Me hubiera gustado darte un beso más largo, pero lo nuestro no puede ser. Eres amigo de Andrés─ se sinceró antes de dirigirse a la puerta del autobús.
A los dos pasos se dio la vuelta. Sabía que me iba a besar pero seguí pegado a mi marquesina, mientras ella me regalaba un tierno beso de despedida antes de alejarse en aquel maldito transporte urbano.
MORIR EN BUENOS AIRES
Sonaba Invierno Porteño, en el viejo tocadiscos, hasta que el violín, estrangulado, le hizo recordar de un golpe, como si se le hubiese encendido una bombilla sobre la cabeza, aquella otra melodía de Piazzolla ; “moriré en Buenos Aires, será de madrugada”. Lo repetía con voz queda, en el silencio lúgubre de aquella casa decadente y suburbial bonaerense.
Se levantó del sillón verde, a juego con la botella de White Label, dejó el whisky con hielo en la mesilla, y se dirigió con parsimonia, y cierta solemnidad anónima, hacia la ventana de la sala. “El penúltimo whisky, quedará sin beber”, abrió el ventanal, “estaré muerto cuando sean las 6”. Miró el reloj de reojo y comprobó como aún le quedaban algunos minutos para arrepentirse. La calle, tan melancólica como siempre, no le pareció mal sitio para abandonar este mundo. Se dispuso para lanzarse al vacío cuando cayó en la cuenta de qué sólo vivía en un primero.
̶ ¿Y ahora qué?, ¿me tiro tres o cuatro veces? ̶ se preguntó con triste sorna.
̶ !Carajo!, ni pa matarte vales ̶ y regresó al sueño alcohólico de su sillón.
Y aquí estoy.
Lo acontecido (o no), acontecido está; sin ser, pero no voy.
Una tarde llorona de por medio, y la realización de lo que me angustia, que no es el resultado, me acompaña.
El silencio. La estación de tren de Vicente López y mi abuelo. El silencio doméstico; el que se hace en casa sin procesar, y las hojas de los árboles, altas y verdes, con la luz del sol de tarde que las acaricia como una tela.
Verde sobre luz y el sonido de mis lágrimas.
Verde verte. Sin llorar.
NO
No, definitivamente no hay forma de conseguir una amiga para un niña de anteojos gigantes y tratamiento dental, 9 años y piernas flacas son sinónimo de fracaso social absoluto. Se dispone entonces, tijera en mano, lápiz y papel, cortar, cortar, pegar, sus cejas cada vez se acercan más la una a la otra, su lengua sobre sale de sus labios con expresión ascendente, la cabeza parece desplazarse hasta el pecho, como si el cuello saliera directamente de su corazón… las pupilas dilatadas, los dedos en movimientos rápido, de pronto, se aleja… mira su creación, sonríe malévolamente sin emitir sonido… lo logre! Susurra con los ojos redondos… tomando desde un extremo un malhecho intento de personaje de papel mal cortado y mal pegado… ¡he creado una amiga! Entre sus brazos la aprieta y arruga la nueva muñeca, algunas partes de desprenden y se pegan en su ropa para quedar colgando de ella, la mira con ternura… se apresura a ir busca de cinta adhesiva, con las mejillas rosadas y la vista nublada.
ME GUSTA SANTIAGO DE NOCHE
Me gusta Santiago de noche, sus luces anaranjadas, el viento fresco, el sonido de los autos al pasar dejando como una estela de música de mal gusto, un hombre ebrio durmiendo sobre la acera, un homeless. Me agrada comer hot dog en la calle, acá se llaman “completos” y tienen palta como ingrediente; aguacate, los preparan y los venden en carritos móviles en la calle, dicen que eso es internacional que en todos lados hay carritos, me gusta que Santiago sea internacional y que los carritos callejeros sean bilingües, pop corn ó cabritas, hot dog o completos, maní confitado ó nuts for nuts… me siento tan cosmopolita, a veces incluso hablo en inglés mientras camino, la gente me respeta, me confunde con una norteamericana, me cree gringa, debe ser por le pelo rubio y la piel pálida, por la cara de perdida y la mirada atónita.
OTOÑO
Se mecen suavemente las ramas de los árboles, en éste marzo que ya escapa y en un otoño que recién comienza.
Las hojas, de una en una, ya doradas y cansadas del ciclo ya cumplido,se desprenden del árbol y en un vuelo singular alfombran,las callecitas de mi pueblo.
Oh! bendigo el otoño que permite deslumbrarme cada año, cada día con el paisaje que brindan a mis ojos y el ruido peculiar a mis oídos cuando mis pies se apoyan sobre la alfombra de las hojas secas.
EL PRECIO DE LA LIBERTAD
Siempre soñaste con ser libre.
De chiquita correteabas por los campos, como llevada por el viento.
Cuantas veces fuimos a buscarte a la caída del sol, por los montes, las praderas, te ibas detrás de una calandria, un zorzal, una mariposa.
Siempre tenías una excusa para demostrarnos tu libertad.
Así creciste.
Así te fuiste detrás de no sabemos qué, y no regresaste jamás.
Tu libertad te alejó de nosotros.
Y hoy te extrañamos.
NUNCA SE SUPO NADA
Se mecían los trigales maduros y dorados al sol.
Canturreabas alegremente a la vera del camino, donde se mezclaban con el trigal tus rubios cabellos agitados por el viento, buscando mariposas que intentabas atrapar, como atraparás a partir de ahora tus días de la infancia, toda esta alegría de tus 13 años inocentes, en tu vida de campo junto a los tuyos.
¡Eras feliz!
Ese día te alejaste más de la cuenta.
Tus gritos no llegaron a las casas, tu pelo rubio se mezcló con los trigales.
Nunca más supimos de vos.
Cada año cuando maduran los trigos, mi vista se pierde en el horizonte, buscando entre las mariposas que revolotean a la vera del camino.
EL PRIMITO PALETO DEL PUEBLO
En mi pisito de estudiantes se vivía de lujo. Residía ahí hacía tres años y lo tenía organizado a mi manera. Se estaba bien hasta que llegó él. Había una vacante y cómo no hacerle hueco al primo del pueblo. Mi madre me lo pidió casi de rodillas y cedí, responsabilizándome ante mis compañeros.
Salió rana y pronto reparé en que era un desgraciado. Era maleducado, guarro y no pagaba. Una joyita mi primo paleto del pueblo. Intenté aguantar, incluso ayudarle, pero me escuchaba con cara de pez. Mis compañeros me dieron la espalda. Estaban esquivos y molestos aunque con razón: Platos enmohecidos y calzoncillos sucios. Ceniceros repletos de colillas, olor a pies y comida podrida en el frigo. Una situación inaguantable en realidad. Tuve que largarlo.
Al día siguiente, al beber agua de la garrafa del salón noté que olía a rancio. Vi sobre la mesa una nota con unas indicaciones dejadas por mi primo: Busca en tu ordenador la carpeta “primito paleto del pueblo”. La abrí y, ¿saben qué? Nunca ofendan ni subestimen a nadie de esta especie: en el archivo se explicaba por qué la garrafa de agua apestaba a mierda.
PROMESAS DE AMOR ETERNO
Ariadna le dijo a Asterión que siguiese el hilo que ella había dejado a lo largo del laberinto. Cuando llegase al final del mismo, encontraría al Grifo que lo habitaba.
Asterión siguió el hilo y encontró a la horrenda criatura a la que dio muerte. Cuando quiso regresar, vio que el hilo había desaparecido.
Ariadna terminó de recoger el ovillo mientras hablaba con el joven Teseo. Le contó que el laberinto esta habitado por un sádico minotauro, al que tendría que matar si deseaba su amor eterno.
Teseo desenfundó su espada y entró.
PAPEL DE PERIÓDICO
Llevaba ya bastante tiempo sentado cuando aquel hombre entró en la habitación. Se sentó enfrente mío y colocó sobre la mesa tres objetos envueltos en papel de periódico.
-Se nos ha acabado el papel de plata.-me dijo.
Empecé a desenvolver los objetos uno por uno. El primero era una piruleta de ésas con forma de corazón. El segundo, unas gafas de sol. El tercero, una escopeta. Tras divagar un poco fue la escopeta la que incialmente captó mayor interés por mi parte.
-Puede servir, pero tiene el punto de mira algo desviado. Los disparos no son todo lo precisos que debieran.
El comentario me hizo dudar.
-¿Tienen algún problema alguno de los otros dos objetos?
-Bueno, las gafas ayudan a evitar el deslumbramiento, pero es imposible evitarlo totalmente. La piruleta no tiene nada malo, simplemente que uno se la come y se acabó, no dura demasiado.
-¿Qué escogería usted en mi lugar?
-Depende de la situación.
El hombre se estaba impacientando.
-No tiene por qué elegir sólo uno. Incluso podría llevarse los tres.
-¿En serio? No lo sabía.
-Así es.
-Entonces me llevaré los tres objetos.
Mientras me iba me dirigió unas últimas palabras.
-Sólo sepa escoger bien cada situación.
PERSEVERANCIA.
Deambuló por las calles de su amada ciudad, ahora sumergida en el caos y la destrucción. La muerte extendía su nefasto manto.
En el camino hacia la catedral constató que la mayoría de las casas estaban completamente destruidas. Llegó a la seo esperanzado, pero en lugar de muros, quedaban escombros.
En medio del espectral y deprimente espectáculo, distinguió la imponente figura del obispo, quien asistía a heridos y consolaba a los moribundos. Se acercó al prelado, con quien tenía cierto trato toda vez que sufragaba el costo de sus estudios.
- Ilustrísima ¿qué hemos hecho para merecer tanta...?
- No blasfemes hijo mío, ni con el pensamiento; los designios de Nuestro Señor son inescrutables. Dejad de lamentaros y ayudadme…
Al anochecer el obispo estaba roto en cuerpo y alma, pero no se permitía un respiro, pese a la insistencia de sus acólitos para que descansara.
- ¿Cómo vais en vuestros estudios?
- Reverendísimo Padre, llevo cinco años como aprendiz de cantería…
- Ha llegado vuestro momento. Poneos ahora mismo a proyectar la nueva catedral. Quizás jamás se conozca vuestro nombre, pero la obra perdurará por los siglos de los siglos…y vos, con ella.
EL POZO DE AGATHA
Agatha se apoya sobre el brocal de piedra. Hace algunos minutos que el sol se ocultó tras el horizonte, pero sus rayos aún agonizan entre las nubes. Cabello dorado, ojos grises, mente en blanco, mirada perdida. Cuando era pequeña, Agatha soñaba con una burbuja púrpura, semitransparente, en cuyo interior se encontraba un joven, flotando, con sus alas partidas, quemadas por la ira. Imaginaba que un día podría estrecharle la mano, ofrecerle su calor, abrir sus ojos, limpiar sus lágrimas. Pasaba los días jugando en torno al pozo, con sus hermanas y, al acabar la jornada, se asomaba con cuidado, tanto como su corta estatura permitía, y repetía una súplica que ella misma había creado: "aunque nunca nos veamos, sé que te rescataré". Han pasado los años, Agatha ha crecido, sus hermanas abandonado la casa, pero todos los días sigue atardeciendo y, tras la puesta de sol, la joven busca con la mirada en el fondo del pozo, derrama una lágrima, sonríe, y espera en la penumbra, apoyada sobre la fría piedra: "aunque nunca nos veamos, sé que te rescataré".
UN MAL DÍA
Está oscuro. No recuerdo haberme dormido. Estaba pensando en ellos, quizá cerca de encontrar una solución. ¡Bah, no importa!
Me levanto. ¡Ah! Me duele el pie al apoyar. Tengo sangre seca en la planta, junto a los dedos. No recuerdo haberme cortado. Me acerco a la ventana y miro al exterior, con disimulo. Hay un coche aparcado frente a mi casa, creo que no es el mío, ¿estarán vigilándome? Voy a comer algo mientras pienso en la manera de salir sin ser visto.
Resulta irónico, escapar de mi propia casa. Solo hay leche en la nevera y está rancia. La nevera está apagada, ¿desde cuándo? No importa, ya compraré algo por el camino.
¡Ya está!, creo que saldré por una puerta lateral del garaje, pero ¿con estas ropas? la camisa tan manchada llamará la atención, y estos pantalones son incómodos. En el armario solo hay ropa de mujer, ¿es esta mi casa? También tendré que comprar ropa.
Abro la puerta. Hay un hombre con bolsas de plástico en sus zapatos y un gorro de baño en la cabeza. Sostiene una Colt del 45, con un silenciador algo desgastado. Sonríe, parece profesional. Un mal día para levantarse, supongo.
JUEGO DE MUERTE
Os he reunido aquí a todos para proponeros un sencillo juego. Estas son las reglas, escuchad con atención:
· Cada miembro del colectivo humano tendrá oportunidad de elegir a otro miembro durante las próximas veinticuatro horas. Pasado ese tiempo, el miembro elegido morirá. · El devenir de un miembro elegido será el mismo independientemente del número de miembros que le elijan.
· La elección es personal y secreta, aunque son posibles los pactos, las traiciones y demás artimañas a las que estáis tan acostumbrados. Podéis elegir un tirano, un delincuente, un enfermo terminal, aquel que os maltrata, que os oprime, que os impide prosperar... o aquel a quien más cerca tenéis, a quien amáis. Podéis escoger por venganza o por misericordia. No importan los motivos, no tendréis que explicarlos. Pensadlo con calma, tenéis un día entero para ello.
· Si estáis en contra del juego, podéis elegir que nadie muera. Es más, si el veinte por ciento o más de vosotros elige que nadie muera, nadie morirá. El juego no tendrá lugar. · El tiempo empieza a contar ya, elegid sabiamente.
24 horas después, el juego tuvo lugar.
UNA DE PIRATAS
El náufrago asegura que las islas que habita se alejan de la costa. Cojea con su pata de palo, toma con su garfio el catalejo con el vidrio roto, lo coloca en su ojo sin parche y lo usa de calidoscopio. Ya no busca cofres y tesoros sino semillas para enseñarle a pedir socorro al loro que posa en su hombro.
Mira los dientes de oro adquiridos en diferentes batallas y piensa que serán su capital para salir de nuevo al abordaje. Busca una trampa, un anzuelo para ahogar al pajarraco que le molesta. Nadie le creería que tiró de su caña pensando que era una ballena con la que haría un banquete y resultó ser un ancla de un barco, al que por primera vez lo soltó perdonándoles la vida a sus tripulantes. Nadie le creería porque es una mentira que ensaya para contar entre pescadores y no entre piratas.
Se recuerda que ningún pirata debe casarse, y tal vez si lo hayan intentado rescatar, ella hubiera enviado otros piratas a desviar esos buques de rescate.
Pero lo cierto es eso de la teoría de la deriva continental: cada vez la isla más se aleja de la costa.
PAÍS GENEROSO
Acá la gente vive bien y no necesita al barbudo ese de los regalos de navidad ni al otro de Cuba; ni al Watergate, Bill Gates, ni que el gobierno le regale una casa o ganársela en un sorteo de jabón para la ropa. No. Y mucho menos que anden multiplicando panes y vino. Porque acá usted hace un hoyito en la tierra y al rato ya sale petróleo; escupe una semilla y le crece una nueva planta, de lo que sea. Y si nos empobrecimos ha sido porque enterramos monedas para que se reproduzcan y no quieren salir. Entonces la gente se ha desesperanzado y le da lo mismo hacer cruces que pesebres; lavarle los pies a los pobres que lavarse las manos. Pero es cuestión de esperar, nada más.
LA NELLY
Cualquier puta con un hijo es menos puta, dice la Nelly refiriéndose a la viudita que pregona que el almita de su difunto marido se reencarna en los cuerpos de diversos personajes de este pueblo.
Que la belleza no necesita la maldad, pero la maldad sí a la belleza le escuché decir entre sus teorías; pero eso de que la vida te va formando un cayo en la zona emocional, en el estómago, en la panza; y que sólo se va con la vejez y es ahí cuando vuelves a llorar como un niño, no se lo había escuchado nunca a nadie.
Suele decir que estuvo presa por robar una felicidad ajena, y cuando le pregunto por su vida afectiva, la Nelly me responde que tuvo un accidente fatal: se le escapó un te quiero que no sentía.
EL TREN DE LAS 17:03
Sentada como de costumbre, Gabriela esperaba el tren de las 17:03 paciente y relajada.
Se trataba de uno de sus mejores momentos del día porque le permitía revivir millones de situaciones pasadas y sentir emociones realmente fabulosas.
Chuck, chuuuuuck!!! El tren se acercaba y el rechinar de las vías lo confirmaba.
Gabriela observaba cómo los pasajeros que permanecían en el andén comenzaban a despedirse y a regalarse miles de consejos.
Chuck, Chuuuuuuck!!!. Ya estaba aquí.
Ese era el momento que más disfrutaba. Los de abajo buscaban a sus familiares y amigos a través de las ventanas y los de arriba, entre maletas y otros bultos, se dirigían hacia la estación para el reencuentro.
Ese era el momento en el que un sin fin de emociones tenían lugar en la estación. Un sin fin de besos, abrazos, cariños y miradas cómplices se intercambiaban generosamente entre todos mientras ella observaba y disfrutaba del momento.
Luego todo volvía a ser como antes. Gabriela cogía su pequeña bolsa cargada de medicinas y se dirigía hacia su humilde casa recordando los felices momentos que había disfrutado en la estación.
Mañana será otro día –pensaba.
-Quizá mañana sea el día.
ÚNICAS
Despacito, muy despacito.
Así es como iba sucediéndose todo.
Despacito, muy despacito. Pero perceptible hacia todo aquel que fuese capaz de admirar un mínimo cambio.
Paso a paso, poco a poco.
Lentamente y con cuidado. Ese era el mecanismo para alcanzar su meta.
Sigilosamente y verdes. Cada vez más verdes.
Dando color a su figura y captando la atención de todo aquel que a su lado paseara.
Elegantes. Muy elegantes. Tanto como para no pasar desapercibidas.
Románticas por excelencia. Románticas como ninguna más lo ha sido antes.
Y olorosas.
De hecho, olorosamente únicas.
Todo ello, y algo más, es de lo que son capaces al despertar.
INCERTIDUMBRE
Algo sonaba tras la puerta.
El silencio de la noche y el vacío de la casa hacían que se percibiera con mayor intensidad.
Asustada y junto a la ventana esperaba la llegada de su madre.
Seguía sonando.
Su cuerpo empezaba a enfriarse.
CENICIENTA MODERNA
Lo que hizo Cenicienta cuando la madrastra gritó que limpiara las cenizas que habían caído de la chimenea al apagarse el fuego en una tarde de invierno…
-Fousssssssssssssssssshhhhhhhhhhhhhhhhhhh - sonó el aspirador.
INÉS
Aquel día debería haber sido como cualquier otro, sin embargo Inés sintió que no era así. Nada más despertarse fue consciente de ello, sus brazos, su cuello, sus piernas, su tronco, cada uno de sus largos dedos y hasta el último músculo de su cuerpo demandaban lo mismo, querían moverse, agitarse, como nunca lo habían hecho. Los sonidos que hasta ahora parecían remotos, simples susurros en la más absoluta oscuridad, se antojaban de repente próximos, algunos incluso familiares. Era una sensación singular, jamás se le hubiera pasado por la cabeza, que fuera capaz de llegar al estado de éxtasis en el que se encontraba, quizás en los últimos meses había notado ciertos cambios a su alrededor, variaciones en principio imperceptibles para prácticamente cualquier mortal, no obstante sin darles mucha importancia siguió con su rutinaria vida como hasta entonces había hecho. De repente notó un leve pinchazo en la cabeza y sin darse a penas cuenta empezó a girar sobre sí misma. La oscuridad iba cediendo ante una luz cada vez más nítida. Inés estaba a punto de nacer.
YO TE CUIDARÉ
Sé desde esta mañana que hoy vas a morir. A mí no puedes engañarme, te conozco demasiado bien. Sé que has aguantado todo lo posible para no hacer sufrir a este viejo cascarrabias, pero nadie se escapa de la muerte.
Aún recuerdo el día que te recogí en un jardín cercano. Quise que solo fueras para mí. Que fuera yo el único que tuviera el privilegio de recrearse en tu belleza. Yo te cuidaría.
Te dejé junto a ventana para que reposaras, y alegraras con tus colores y con tu fragancia las tristes paredes de este hogar.
Te he regado a diario. Te he visto despegar los pétalos y absorber con dulzura la luz que cada mañana se filtra a través de los cristales. Has llenado con tu presencia este corazón vacío, le has devuelto la vida a estos ojos cansados.
Mañana ya no estarás aquí. Veo cómo te vas muriendo, y no puedo hacer nada para salvarte. Te vas porque tu cuerpo, ahora desnudo, no puede soportar esta vida de hielo. Poco a poco vas inclinando despacio tu cabeza, rindiéndote a tu destino, dejándome de nuevo inmerso en esta fría soledad.
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